samedi 30 juin 2007

Champignones, caserita



Cuando hoy por la mañana Martin regresó de su habitual paseo sabatino con una bolsa llena de chanterelles, lamenté por primera vez mi incapacidad de levantarme temprano los fines de semana, y en realidad casi cualquier día del año. No sé cuántas veces he oído hablar de las dichosas chanterelles en los últimos meses, incluso he probado varias salsas preparadas en base a este cotizado tipo de champignones y sé que encontrarlos es casi un regalo del destino. Para colmo de buena suerte, hoy es el último día del mes en que se puede recoger champignones, luego habrá que esperar hasta mediados de julio, y para entonces seguramente los bichos del bosque ya habrían dado buena cuenta del suculento festín.
Así que me quedé con las ganas de cosechar mis primeras chanterelles. Pero como ya estamos en temporada y ha estado lloviendo generosamente, Martin quiso consolarme con un paseo por la tarde, con la sola promesa de enseñarme algunos de los lugares donde quizá algún día volveríamos a encontrar esa u otras variedades de champignones. Eso y hacerme quemar bastantes calorías, sospecho, porque no podía haber escogido rincones más escarpados. Solo que, voilá, hemos juntado dos bolsas, cada una de casi un kilo, correspondientes a sendos points caletísimas que parecían estar esperando por algún alma caritativa que los desembarazara de tanta chanterelle.
Por supuesto, hay que tener ojo, y si yo iba sola de hecho hubiera tirado la toalla al toque porque habrían tenido que ver todo lo que hemos trepado. Bueno, si iba sola, lo más probable es que me hubiera distraído en el shopping que queda a medio camino.
La mayor parte del tesoro será para mi cuñada, otra porción para mis suegros y el resto para nosotros, porque no hay manera de que consumamos tantas chanterelles en lo que queda de la década teniendo en cuenta que veinte gramos -o sea tres o cuatro unidades- bastan y sobran para darle sabor a cualquier cosa que cocines; además de que todavía nos quedan varios frascos llenos de todo lo que Martin ha recogido en años anteriores.
Yo debo confesar que pese a toda la propaganda de mi familia política no he logrado aficionarme al gustito de los champignones, pero en cambio sí comparto la emoción de la búsqueda y todavía me sorprende ese profundo conocimiento de la naturaleza que les permite a los Hamel distinguir una morille, un bolet, una cèpe, una chanterelle o cualquier otra especie entre la alfombra de hojas secas, ramas superpuestas, troncos atravesados e insectos que es lo único que yo soy capaz de ver en un bosque. Una lástima no más que los amigos estén demasiado lejos como para compartir con ellos este incipiente hobbie.

Fotos: Intrépido monsieur Hamel se lanza en pos de un esquivo grupo de chanterelles con la tranquilidad de que cincuenta metros más abajo hay un acogedor lago para amortiguar una eventual caída. Derecha: Tabaco y champignones, los inconfesables vicios de mi cónyuge.

lundi 25 juin 2007

Liberen a Piero!!


Para quienes no lo conozcan, Piero Quijano es un reconocido artista plástico, agudo ilustrador periodístico y mejor amigo. Gracias a su cachaciento lápiz, además, la columna Monólogos de la Bajita que publico cada sábado en la revista Somos, se hace más entretenida e incluso adquiere impensables significados.
Piero también ilustra artículos y columnas en el diario Peru21 y otros medios. La semana pasada se iba a inaugurar en la Casa Museo Mariátegui una muestra que recoge sus trabajos publicados desde 1990, una inmejorable oportunidad para apreciar su agudo sentido del humor y su mirada crítica a la sociedad. Lamentablemente, antes de la inauguración, el INC, argumentando presiones del ejército, decidió retirar uno de los dibujos, que a su vez era el afiche promocional de la exposición. Luego, hicieron lo propio con otras dos obras. Más allá de la inadmisible intromisión de las Fuerzas Armadas, resulta delirante el hecho de que todos los dibujos han circulado previamente en diversas publicaciones. La exposición, según tengo entendido, será cancelada. Una lástima por el público, un abuso que deja muy mal a nuestras autoridades y una injusticia contra el artista. Mi solidaridad con él y, para la gente que que se verá privada de esta notable antología, cuelgo el afiche de la polémica.

vendredi 15 juin 2007

Rayos, truenos & centellas

Anoche me despertó una tormenta. O sea el truenazo que siguió al relampagazo. Yo no sé si es una reacción natural, tipo instinto de conservación, o si más bien es un rasgo típico de quien ha vivido toda su vida en zona sísmica, pero para mí el bramido de la naturaleza siempre significa peligro. O sea, si natura suena es porque piedras trae, o huayco, o derrumbe o un edificio que te va a caer encima como no te pongas a buen recaudo ipso facto. El hecho es que el trueno reventó y, aun antes de recuperar la conciencia, yo ya estaba casi de pie pensando "temblor", cuando el único movimiento telúrico que se ha registrado por acá en los últimos tiempos fue provocado por las excavaciones para una planta geotérmica o termodinámica, algo así.
Lo que siguió luego fue la misma sensación que me invade cuando voy en un avión que atraviesa una turbulencia feroz y todos roncan a sus anchas, menos yo. O sea, si no es un terremoto en tierra firme es la inminencia de una catástrofe aérea. Imposible relajarse. Pensar que si yo viviera, digamos en el Líbano, siempre sería una buena noticia comprobar que las ráfagas deslumbrantets y el estruendo son solo una tormentita y no un bombardeo. Claro que si, en cambio, yo fuera un cazador-recolector nómade, apenas acostumbrándose a caminar erguido, un despliegue de fuerzas naturales como este me llevaría necesariamente a concluir que se trata de una manifestación divina -de advertencia, castigo o buena señal-, algo como el que debe haber sido el origen remotísimo de las religiones.
En esas divagaciones ociosas andaba cuando Magtán se dignó a despertarse para decirme que no era nada, que me vaya acostumbrado, que disfrute el espectáculo. Ya lo quisiera ver en medio de un temblorcito en el centro de Lima.

jeudi 14 juin 2007

En estos seis meses ...

... me he dado cuenta que no extraño el arroz
... casi me he acostumbrado a sacarme los zapatos cuando entro a la casa de alguien
...he superado mis ataques de pánico por no tener famarcias en cada cuadra, ni bodega en la esquina, ni centros comerciales abiertos hasta las once de la noche
...casi he aprendido a descifrar los horarios de los buses
... no he tomado ni un solo taxi
...no me hecho manicure ni pedicure
...he logrado preparar comida comestible y algunos platos bastante aceptables
...he redescubierto el significado del crucero peatonal: los autos se detienen y tú pasas, no al revés
...he recibido solo cinco llamadas a mi celular
...me he mudado dos veces
...he comido más chocolate que en los últimos cinco años
...he visto más vacas que en toda mi vida anterior
...he visto un robo, en Lausana, dentro de un Starbucks
... he adquirido, a mi pesar, un cantarino acento suizo cuando hablo francés
...he dormido acompañada todas las noches, salvo por los cuatro días que pasé en Bruselas
...he dicho poquísimas lisuras en español y casi ninguna en francés
...me he emborrachado con clairette
...he engordado algunos kilos
...he perdido algunas arrugas
...no he encontrado zapatos de mi talla
...todavía no tengo ginecólogo
...no me he resfriado ni una sola vez
...conocí la nieve
...he llorado todo lo que no lloré antes de venir acá
...cambié de estado civil, de apellido y de firma
...empecé a planificar un embarazo
...he conocido a dos peruanos, uno de ellos me alegró un día bastante gris con su llamada telefónica
Parecen poca cosa seis meses, y sin embargo

mercredi 13 juin 2007

Hijo de Putina


Se parece a mi abuelita, Vera Putina. De hecho tienen casi la misma edad, 86 años, y las dos son risueñas y bailarinas aunque a veces los ojos se les llenan de lágrimas sin motivo aparente. Bueno, en el caso de Vera, esto suele ocurrir cuando se sienta frente a la minúscula tele de su minúscula casa de su minúsculo pueblito en Georgia, Rusia, y ve al que según ella es el hijo que dio en adopción hace casi cuarenta años.
Vera Putina afirma que es la madre de Vladimir Putin, presidente de Rusia, sucesor de Yeltsin, ex agente de la KGB. Ella y sus vecinos lo llaman Vova. Ella y sus vecinos están convencidos de que Georgia es cuna de grandes hombres. Stalin fue el primero.
Vera no quiere acordarse del nombre del padre de Vova porque la engañó: ella se enteró de que estaba casado luego de mudarse a un pueblito llamado Metechi para vivir con él y dar a luz a su hijo, Vova. Al poco tiempo de abandonarlo, Vera se casó y tuvo otros cinco hijos con un hombre que maltrataba mucho a Vova. Así que lo mandó a casa de los abuelos, y nunca más volvió a verlo porque una de sus hermanas lo entregó a unas enfermeras. Vova tenía diez años.
Un documental de Ineke Smits acompaña a Vera a reconstruir los sitios y los recuerdos, y la sigue en sus a veces tiernas a veces delirantes reflexiones. Está orgullosa de su Vova, saca las fotos y los parecidos saltan a la vista, recuerda que lo reconoció en 1999, cuando Putín apareció casi por primera vez en televisión a raíz de su nombramiento como Primer Ministro. Debe haber sido un excelente alumno, dice, porque los de la KGB solo reclutaban a los chicos más brillantes.
Los lugareños son un poco más reservados. Dicen que después de las primeras declaraciones públicas de Vera, vinieron agentes de la KGB para advertirles que no hablen con la prensa. También habrían amenazado a su ilustre vecina pero ella responde que es muy vieja para tener miedo, que solo quisiera que Vova la perdonara y, en una de esas, le mandara una postal.
La biografía oficial señala que Putin nació en San Petersburgo (ex Leningrado), hijo de un obrero y una mujer dedicada al hogar. Sus dos hermanos perdieron la vida durante los bombardeos nazis y él pasó sus años escolares entre centros de beneficencia y escuelas públicas. Sus padres murieron hace algunos años.