vendredi 28 décembre 2007

On ne parle pas anglais

Antes se indignaba, pero creo que ahora ya inclusive le da risa, creo no más. La cosa es que al comienzo de nuestra relación, Magtán no entendía por qué mis amigos y familiares insistían en hablarle en inglés. "Yo hablo francés", me decía todo colorado luego de cada reunión, "por último que me hablen en español". Confieso que algo de culpa tuve inicialmente porque les advertí a todos que mi novio hablaba bien poquito español. Pero fue solo de ellos la conclusión de que, ergo, había que hablarle en inglés.
Al igual que muchos francófonos, mi esposo le tiene una pésima onda al inglés. Lo lee bien, de hecho tuvo que soplarse varios textos en ese idioma mientras estaba en la universidad, pero entiende poco cuando lo escucha y cuando lo habla, ahí sí que nadie comprende nada. Su acento es alucinante. En este punto también sospecho que puedo tener algo de responsabilidad por las reiteradas burlas que muy conchudamente (tendrían que oírme a mí hablando inglés, y peor aun alemán) le he dirigido cada vez que me decía algo como "estag wag" (por star wars), "bug-geg kang" (burger king) o simplemente "fuc" (por fuck).
La cosa es que cuando Magtán levanta el teléfono y, luego de algunos segundos de desconcierto, contesta "hablag espaniol pog favog" yo ya sé que es algún pata de Lima que me está llamando a la casa. Ya le he explicado que no es por mala onda, que en mi lado del planeta el inglés es la lengua universal y que finalmente esa gente solo está tratando de ser amable. Le ha costado entender pero ya va asimilando.
Por suerte, su español ha mejorado mucho durante este año que hemos pasado juntos. El problema es que para comunicarnos hemos desarrollado un dialecto mitad francés, mitad español y pizca de italiano, así que recién ahora que vayamos a Lima podremos comprobar si efectivamente habla mejor mi lengua o solo es que los dos nos las hemos ingeniado para entendernos a nuestra manera. Así que si se cruzan con nosotros en la Ciudad de los Reyes durante las próximas semanas, háblenle en español por favor. Cualquier cosita, yo traduzco no más.

jeudi 27 décembre 2007

Beso suizo

Los suizos se sorprenden cuando les digo que en el Perú solo nos saludamos con un beso. Porque ellos se dan tres. Tres besos es mucho beso incluso para alguien que te cae recontra bien, y ya ni te digo para alguien que ahí no más. Pero lo que no saben es que si bien nos damos un solo beso, este incluye sobadita de espalda y hasta abrazo cuando estás de buen humor. Acá no, casi casi te dan besos con los brazos cruzados. Claro que para pasar al nivel tribesal tienes que tener cierta confianza con tu interlocutor, sino apretón de manos no más para persona, animal o cosa. Lo complicado, al menos para mí, viene siendo descubrir cuándo ha llegado el momento de empezar a dar besos. En mi curso para profesores de idiomas -tuvimos unas cuarenta sesiones- solo nos besamos el último día. Bueno, yo de vez en cuando me pajareaba y chantaba besos a discreción, pero no tenía mucha acogida que digamos. Con mi familia política sí son tres besos, pero a veces te cansas: o sea, si te estás yendo a dormir y solo quieres dar un beso de buenas noches, no pues, son tres porque sino la otra persona se queda en el aire y hay que improvisar un chiste en lengua extranjera que generalmente no sale bien y todo es un bochorno. Encima, cuando ya te estás haciendo a la idea de dar tres besos, resulta que apareces en Francia y ahí solo tienes que dar dos, entonces al tercer acercamiento terminas con el piquito en el aire haciendo el gesto rochoso del beso que no fue y de pronto te dicen "ah, es que vienes de Suiza" y empiezan a imitar el acento (hay muchos, pero el que imitan es el más feo), a hablar despacio (los suizos tienen fama de lentos, diría que merecida pero todavía es muy pronto para generalizar) y a sugerir que algo huele a queso (como si no hubieran quesos en Francia). En todo caso, los franceses son más dados al tocamiento que los suizos, y se besan entre hombres con un afecto que solo he visto entre argentinos, italianos y entre algunos peruanos después de varias rondas de chelas.
Cuando estamos en Lima, Magtán tampoco la tiene fácil. El pobre se pone en firmes para dar sus besos pero no solo se queda a medio camino entre el primero y el segundo sino que antes de que pueda evitarlo ya tiene a alguien abrazándolo efusivamente, y antes de que pueda ordenar a sus extremidades superiores que reaccionen ya quedó como el gringo malagracia que no responde a los gestos de afecto que tanto nos gustan a los latinos. En todo caso, estamos parches porque para muchos por estos lares yo debo ser una confianzuda manolarga.

vendredi 7 décembre 2007

Cuenta regresiva

Zambi tiene una especie de soplo al corazón y hay que darle una pastilla diaria. Además, sus pulmones tienden a llenarse de agua, y hemos empezado un tratamiento que consiste en darle media pastilla en la mañana y otra mitad en la noche. Cuando vio que se estaba quedando si pelo, el veterinario sospechó que también podría tener un quiste en los riñones y nos pidió que enviáramos al laboratorio -por correo- una muestra de su orina. Tenía que ser la primera pila de la mañana, o sea después de que Magtán se va a trabajar -tipo seis de la mañana- y antes de que yo me despierte -de diez de la mañana ad infinitum. No podíamos recoger la muestra el fin de semana porque el correo no atiende y refrigerada no arroja los mismos resultados. Tampoco podía ser viernes, porque fácil llegaba el lunes y se podía malograr.
En fin, una mañana en que pudo ir a chambear más tarde, Magtán logró juntar la pila en el tubito de prueba que nos habían dado para tal efecto. Felizmente los riñones del perro no están tan mal como parecía. Felizmente porque ya padecemos bastante para darle las dos pepas diarias que necesita. Mi hermana no creía que un animal tan chiquito podía ponerse tan necio: un día, le empujó una de las pastillas y le cerró el hocico como por dos minutos, convencida de que se la había tragado. Pero un par de horas después, se encontró la misma pastilla enredada entre los rulos de Zambi.
Nosotros nos las ingeniamos como podemos. Primero probamos con la leche. Hacíamos polvo la pastilla y la disolvíamos lo más que podíamos. Todo fue bien hasta que se dio cuenta del embuste o se aburrió de la leche. Luego recurrimos al queso, mismo proceso. Ahora estamos probando con hot dogs, parece que vamos bien pero con este cancito nunca se sabe.
Ha comenzado a orinarse por todos lados, principalmente sobre los cachivaches de Magtán. Ha dejado una mancha bien rochosa en el parquet y vamos a tener que cambiar esa parte el día que entregamos este depa. Ya casi no quiere salir a pasear y tose como tísico. Tiene doce años el Zambi. Lo vamos a engreír mientras nos dure.

Oh la là!

No es un cliché. Efectivamente, los francófonos, al menos los de este lado del mundo, dicen frecuentemente oh la là! Pero a mí todavía no me sale. Cuando algo me sorprende, lo primero que me viene a la garganta es Asu, Uy o Manya. En realidad, el asunto es más complicado de lo que parece: esta francesísima interjección tiene hasta tres tiempos, por lo que he podido constatar hasta el momento.
Por ejemplo, si casi se te cae un vaso deberías decir "Oh là!", como "ufff", "con las justas". Si el vaso se cae y encima se rompe, entonces lo más probable es que el resto de gente diga "Oh la là!", tipo "chesu". Pero si resulta que has roto el vaso de la vajilla de la abuela manchando de paso la alfombra nueva con vino tinto, la dueña de la casa dirá "Oh, la là-la là!", que podría traducirse como "la ca-ga-da". Mientras tanto, Magtán ya aprendió a decir "Ni michi" casi sin acento, cuando no le hago caso me dice "oye!!" y ayer casi casi le salió un pues bien colocado: "Apúgate pues" le dijo al perro, pero hizo pausa después del apúrate y sonó bien raro.

(Casi) nunca en domingo

Una de las muchas cosas que me angustió cuando llegué a este país fue el horario de las tiendas. Acostumbrada a tener en la esquina de mi casa un Vivanda abierto hasta cerca de la medianoche (a propósito, alguien sabe si el Vivanda de Benavides volvió a atender 24 horas?), me aterraba quedarme sin cigarros en medio de una madrugada de chamba, o tener que reprimir un antojo de dulce hasta las siete de la mañana del día siguiente. Acá, generalmente todo cierra a las siete de la noche. Algunos supermercados abren los viernes hasta las nueve, pero los sábados no encuentras nada abierto después de las cuatro de la tarde y los domingos, forget it, nadie te abre la puerta.
El domingo es sagrado. Solo las tiendas de los grifos atienden los domingos, y esto gracias a un referendum que se realizó hace un par de años para aprobar esa iniciativa. Para algunos se trata de preservar una tradición, que la gente la pase familia o solos pero tranqui, y para otros es cuestión de proteger los derechos de los empleados: los sindicatos exigen que se les pague doble por hora trabajada en domingo.
Finalmente, luego de largos debates y enconada polémica, el Consejo Nacional (que es una especie de Congreso, aunque menos poderoso, en realidad todavía no entiendo bien sus funciones) acaba de aceptar que los negocios atiendan cuatro -cuatro!!!!- domingos del año sin necesidad de solicitar autorización previa (como era el caso hasta ahora). A cambio, los dueños han aceptado contratar personal extra para esos días y pagarles lo que reclama el sindicato. Las más contentas son las empresas grandes, porque el gasto extra no les afecta mucho, pero los comerciantes menores se quejan de que no les conviene esa inversión y temen que la competencia los perjudique.
Yo, feliz. Aunque ni sé qué domingos serán los escogidos, es un alivio saber que de vez en cuando podré tener antojos después del sábado a las cuatro de la tarde.