vendredi 25 avril 2008

Ven a Van

Je, je, no es por mala leche, pero no me van a negar que hay algo de justicia poética en esto: dos enfermedades, dos, amenazan a los futbolistas y a los hinchas que viajen a Austria y Suiza para la Eurocopa 2008.
O sea, cada vez que algún amigo europeo llegaba a Lima de visita, lo primero que hacía era quejarse por la batería de vacunas que se tuvo que poner antes de subir al avión. Lo cierto es que la mayoría se terminaba pinchando en exceso por pura precaución: me parece que solo es obligatoria la vacuna contra la fiebre amarilla, pero por ahí alguien les decía que no estaba demás protegerse con estra o aquello y al final llegaban al Jorge Chávez convertidos en coladores.
Pues bien, resulta que los partidos del Euro 2008 se van a jugar en plena temporada de "garrapatas", bichos que abundan en los bosques y sus alrededores y pueden transmitir el mal de Lyme (cuya consecuencia más grave es la meningitis). Parece que el riesgo es mucho mayor en Austria que en Suiza, pero el hecho es que los organizadores han exhortado a los integrantes de las delegaciones a vacunarse, caballeros no más. Los medios españoles quieren aprovechar esta coyuntura para resolver de una vez por todas el enigma que les quita el sueño a todos: Raúl será convocado a la selección? Todo el mundo está esperando la lista de víctimas del pinchazo que presentará el cuerpo técnico porque, obviamente, solo los convocados deberían pasar por la jeringa.
Encima, en Suiza acaba de desatarse una miniepidemia de rubeola en las guarderías y jardines de infancia. La situación no es para alarmarse pero, de todas maneras, las autoridades han sugerido, qué cosa? que las personas que participen en la competencia se vacunen o refuercen su vacuna si ya la tienen. No te decía yo que esto ocurre en las mejores familias?

samedi 12 avril 2008

Pra Bosé

Querido Miguel
Solo para decirte que en esta ocasión no podré asistir al concierto que vas a ofrecer en Lima el 30 de abril. Yo sé que para ti no va a ser lo mismo, pero te ruego que ni se te ocurra cancelar la fecha o moverla cinco días después para que yo pueda estar allá. El destino insiste en separarnos, yo llego el 4 de mayo, majo. Por ahí que te mando a mi hermana, pero ya ves lo terca que es, ella insiste en preferir a Alejandro Sanz, perdónala porque no sabe lo que hace.
No te quito más tiempo, beso en los dos cachetes y no dudes en pasarme la voz cuando vengas por los Alpes

J

vendredi 11 avril 2008

Mimosas o tampones

Hace un par de posts, un comentarista anónimo me preguntó por qué las sudamericanas preferimos las toallas higiénicas mientras que las europeas se inclinan por los tampones. Y Peti (que no está usando ni lo uno ni lo otro hasta nuevo aviso) me sugirió desarrollar el tema.
De hecho me parece curioso el asunto, pero no sé por dónde agarrarlo. O sea, yo uso mimosas (y otro comentarista me hizo notar que este vocablo delata mi avanzada edad) porque me parecen más cómodas, por costumbre, qué se yo. Me compro cualquier marca, con alas, sin alas, con aloe vera o con aroma a lavanda, me da lo mismo. Pero mi hermana, sudamericana también, usa tampones. dice que porque las toallas higiénicas no se adaptan a su anatomía. Entonces, se puede establecer una diferencia geográfica en estos asuntos o cada quien baila con su pañuelo?

dimanche 6 avril 2008

La casa de los espíritus

El fenómeno se produce impajaritablemente en algún momento entre el sábado y el domingo, por lo general antes de la puesta de Sol, aunque como no ha habido Sol estas semanas tampoco sería capaz de afirmarlo de manera categórica.
Podemos estar viendo tele, conversando o cada quien por su lado en la luna de paita pero, de pronto, sin que medie mayor explicación, Magtán adopta la actitud de quien tiene deberes sagrados qué cumplir, se abalanza sobre el trapeador, la vajilla, la ropa sucia o incluso el perro y comienza a ponerlo todo en su lugar, limpia, saca brillo, barre, despercude, desempolva y redecora. Si están sintiendo escalofríos, imagínense lo que yo sentí cuando finalmente comprobé que, por lo menos una vez a la semana, el espíritu de mi suegra se apodera de mi marido haciéndole, inclusive, caminar con esos aires de convicción que adoptan las amas de casa cuando se dirigen hacia una cama destendida. Mientras está poseído por su mamá, Magtán te hace mudarte de cuarto sin explicación, requinta a todo lo que se mueve y lo que no se mueve (justamente por no moverse) y se siente con derecho a hacer todo el ruido que considere necesario. Una vez que su transfiguración ha terminado, vuelve a ser el mismo de siempre, y cuando le menciono el asunto cree que lo estoy vacilando. Pero no, esto es serio. En alguna ocasión, durante sus momentos de enajenación, le he llamado "Madeleine" y él ha volteado hacia mí sin mirarme, con los ojos en blanco y la boca entreabierta, mismo zombie. A veces, Zambie emite ruidos que tiendo a interpretar como aullidos, aunque en general se acurruca a mi lado, como si temiera que a su amo se le dé otra vez por bañarlo, peinarlo y desparasitarlo.
Sin embargo, eso no es lo peor. De un tiempo a esta parte, Magtán posa intempestivamente la mirada en mi lado de la habitación y dice cosas como "habrá que poner orden en ese rincón" o se pone a recolectar mis boletos viejos de tren, mis envolturas de chupetín, mis cáscaras secas de mandarina, mis recortes ilegibles de periódico en todas mis carteras y cajones, para terminar con una frase del tipo "este bolso nunca ha pasado por la lavadora no?". Sí, es para salir corriendo despavorida: el espíritu de mi vieja también ha comenzado a visitarlo, y cada vez con mayor frecuencia.
Si hasta ahora no he llamado al exorcista de la región (hay uno muy famoso, que trabaja en el cantón de Fribourgo) es porque, por más escalofriante que parezca todo esto, no puedo negar que la casa termina reluciente después de cada episodio.

jeudi 3 avril 2008

Lost

Tenía que pasar sooner or later. Es más, ya me había demorado mucho ya. Después de 17 meses de vivir en Suiza (hoy se cumplen), he perdido por primera vez mi tarjeta de débito. Cómo extraño ahorita mi Lima, llena de agencias de bancos donde te dan una nueva tarjeta sobre el pucho con la sola presentación de tu DNI. Yo era una experta en ese trámite. Me conocía las agencias menos frecuentadas y los horarios en que "la plataforma" (así le llaman a la sección donde se ocupan de funciones que no sean recibir depósitos y entregar retiros) estaba casi desierta. Perdía un promedio de dos tarjetas al mes y no me hacía la menor bola.
Acá la cosa demora un poco más. No solo porque bancos hay contados (pese a la fama de banqueros que tienen los suizos) sino porque además tu tarjeta nueva te la envían por correo. Lo bueno, siempre hay algo, es que no necesitas ir al banco, basta con que llames y des tu clave.
Lo malo es que he perdido mi tarjeta del Scotiabank. Por diferentes razones, mantengo una cuenta en Lima y retiro desde acá. Solo para bloquearla tengo que hacer una llamada de larga distancia. Y para recuperarla -el trámite es estrictamente personal, me acaban de informar- tengo que hacer una viaje trasatlántico.
Una vaina. Pero lo que más me perturba de todo esto es la sospechosa sonrisa que tiene Magtán desde que le conté mi desgracia. Quizá solo sea un exceso de suspicacia, pero me está pareciendo que le causa una profunda satisfacción el hecho de que durante un buen tiempo voy a depender económicamente de él hasta para comprar mis mimosas. Qué va a ser, no? yo siempre, tan desconfiada.

Pase usté, después de usté

El peatón tiene la prioridad absoluta y no hay nada más que discutir. Esa fue la conclusión de una de las últimas sesiones del Consejo Nacional (que me atrevería a comparar con un gabinete de ministros, si no fuera porque además de los consejeros nacionales también hay ministros y si no se me hiciera tan difícil comprender el sistema de gobieno de este país): previamente, se había debatido una iniciativa legal que buscaba devolverle carácter obligatorio al "gesto de la mano" entre la gente de a pie.
Lo que pasa es que hasta 1994, si andabas por Suiza y querías atravesar una calle donde no había semáforo, tenías que pasarle la voz al conductor, con un ademán tipo stop pero, por lo que voy percibiendo de la idiosincracia local, bien matizado para conjurar cualquier indicio de autoritarismo. Eso, obviamente, si estabas delante de un crucero peatonal que, como bien sabemos los peruanos, es el único lugar por donde se puede cruzar de una vereda a otra.
Como buena oriunda de urbe con tráfico despelotado que soy, cuando se trataba de cruzar una pista yo desconfiaba de todo y de todos. Típica: me paraba en la esquina y hurgaba en el rostro del primer conductor que se me aproximara para tratar de adivinar sus intenciones. O, simplemente, me paraba en la esquina y me distraía con cualquier cosa mientras esperaba que pasara el pelotón de carros. Eso hasta que me di cuenta que el pelotón de carros, a su vez, estaba esperando que yo bajara de mi nube para poder continuar su trayecto. Me di cuenta porque en una de esas -bueno, muchas de esas- me topé con la mirada desconcertada-exaltada-intrigada de varios automovilistas. Francamente, qué falta de confianza, hubiera bastado con que me reventaran un claxon, pero no, a quién se le ocurre.
Los semáforos tampoco fueron de mucha ayuda en mis primeros meses por acá. Si lo agarraba en verde, normal, tan analfabeta no soy. Pero si lo agarraba en rojo .... zzzzzzzzz ..... si lo agarraba en rojo me quedaba paradota esperando a que cambie de color sin sospechar que ese botoncito que me hacía hello desde el poste era el único encargado de controlar el tráfico. Yo ya había visto semáforos de esos en otras ciudades, pero como en esas ocasiones había estado acompañada o rodeada de mucha gente, nunca tuve que ocuparme del tema "déjenme pasar". Quién me hubiera dicho que iba a terminar en Friburgo, que es medio campo, medio ciudad, y, peor aun, en este pueblo -que es full campo, poco ciudad-, donde es muy común que yo sea la única en el paradero, en el bus y, obviamente, en el crucero peatonal.
El hecho es que cuando has pasado más de treinta años esquivando bólidos, no es nada fácil volver a creer en las reglas de tránsito. Mucho más cuando estas vienen impregnadas también de códigos de cortesía que no están escritos en ninguna parte. O sea, yo llegué a Suiza doce años después de la revocación del "gesto de la mano" y, sin embargo, puedo dar fe de que, en la práctica, este nunca ha dejado de existir. La primera señal de esta constatación fue el ataque de indignación que le agarró a Magtán el día en que detuvo el auto delante de un crucero peatonal, y el peatón - ese &%ç**"+°§£$!!!!!- - pasó de largo. Poco faltó para que le tocara claxon, lo juro. "Le pesa la mano o qué?", me preguntó buscando mi solidaridad pero topándose con mi más sorprendida cara de recién bajada: "perdón, amorcito, pero que yo sepa no le has hecho ningún favor, tienes que parar no más". En respuesta, recibí su mirada de "hasta cuándo era que se podía devolver la mercadería fallada?": "o sea que te parece bien". Chesu, acá vamos de nuevo: "no, ni mal ni bien, en todo caso no me parece para tanto". Y así hasta la casa, que es bastante decir porque habíamos ido aun concierto en Lausanne y nos quedaba como una hora de camino.
Luego de ese incidente conyugal comencé a prestar atención al asunto y, en efecto, un amplio porcentaje de gente agradecía con un gesto -generalmente con la mano, pero también inclinando la cabeza o, chúpate esa, ambos dos- la gentileza del chofer al cumplir con su deber (a propósito, el chofer también devuelve la amabilidad, levantando los dedos del volante, como quien dice "de nada, pase usted"). Entre quienes no lo hacían, la mayoría eran adolescentes -en patota- o, claro, extranjeros.
Y esa es otra parte de la historia: además de acostumbrarme a un tráfico civilizado, yo tuve (tengo) que aprender a lidiar con un tráfico de pueblo suizo. Te apuesto que no te sale tan al toque como imaginas. Te apuesto que lo único que piensas cuando cruzas una pista es salvar tu pellejo. Y si tienes diez autos alineados frente a ti, te aseguro que lo menos que te provoca es hacer contacto visual con sus conductores. Paso ligero, antes que te menten la madre o te metan el carro. No pues, aguanta tu coche, choche, tamos en el país que se ufana de ser "la nueva Inglaterra" en cuestión de modales.
A mí todavía no me sale, debo confesar. O sea, sacar mi mano del bolsillo, sobre todo con el frío que ha hecho últimamente, dosificar la energía para que no parezca saludo confianzudo pero que tampoco dé la impresión de que no aprecio las maneras del pueblo que me acoge, esperar la respuesta del interesado, seguir caminando como si todo esto fuera de lo más normal, y encima coordinar para no tropezarme o que no se me caiga algo, no way. Yo ladeo la cabeza, no más, articulo un exagerado "merci" y allez, allez
Para terminar: decía que, recientemente, un grupo político propuso restablecer en el papel el dichoso "gesto de la mano" con el objetivo de reducir el número de accidentes de tránsito, muchos de los cuales se producirían justamente en los cruceros peatonales, a pesar de que los infractores pueden recibir multas, e incluso ir a prisión o perder el brevete por tiempo indefinido si causan daños a terceros. Y nada, que el Consejo Nacional -que es como el gabinete de ministros ...- decidió que huiflas, que el peatón siempre tiene la razón.
Chess, esto es una sábana y solo me he ocupado de un aspecto de la "politesse" helvética. El resto será para bien lueguito creo.