jeudi 22 mai 2008

Canta Europa

No era que yo estuviera extrañando mucho el Festival de Viña del Mar, pero de todas maneras el destino ha querido acercarme a algo que se parece mucho a su versión europea. Estoy hablando de Eurovisión, un certamen de canto y composición en el que compiten anualmente representantes de todo el Viejo Continente y que anualmente también es cuestionado por su sostenida decadencia, por los dudosos métodos de calificación, por el estilo de música que privilegia y, ultimadamente, por huachafo. O sea, igualito que Viña, solo que la sede no es fija, sino que se eligen sedes diferentes para cada edición, y ahora le toca a Belgrado, en Serbia.
Aparentemente, tal como ocurre con el evento chileno, Eurovisión sobrevive gracias a la nostalgia. No por gusto, esta competencia ha sido el trampolín a la fama de Abba (ganadores de 1974), Celine Dion (1988, compitió representando a Suiza), Domenico Modugno (1958 y 1959) y de una retahila de artistas españoles que aunque no ganaron en cada participación, sí hicieron fama, entre ellos Julio Iglesias, Raphael, Mocedades, Azúcar Moreno, etc.
Mientras vivía en Perú, no recuerdo haber encontrado una cobertura importante sobre este festival, salvo en 2006, cuando los finlandeses del grupo Lordi arrasaron con los premios y le curaron el hipo a todo el mundo con sus disfraces y maquillajes. Justamente, los detractores del festival lamentan que la nueva estrategia para cautivar al jurado y al público -que tiene derecho a voto- sea simplemente coquetear con lo estrafalario y apostar por una puesta en escena original, poniendo la calidad musical en segundo plano.
Una breve mirada a algunos de los participantes de este año les da la razón. España -que hace rato quiere reeditar las glorias de antaño- las eliminatorias se transmitieron por tele bajo la conducción de la inmarcesible Rafaella Carrá- está mandando a alguien que solo alcanzo a calificar como todo un personaje: se llama Rodolfo Chiquilicuatre, tiene un peinado tipo Elvis pero con hidrocefalia, se viste como un revival ambulante de la era disco pero en colores más chillones, y anda para todos lados con una guitarrita de juguete. Su tema, El chiki chiki, menciona a media comunidad política española e internacional, y su coreografía consta de cuatro pasos principales: el brikindans, el cruzaito, el maicoyason y el robocó. Pero lo más chévere son sus bailarinas: Disco y Gráfica, dos fulanas bien despachadas que bailan igualito que yo y que terminan trompeándose al menor descuido del vocalista.
Rodolfo es mi favorito, pero hasta ayer se disputaba mis preferencias con El Pavo Dustin, de Irlanda, que fue eliminado en la primera ronda. El pavo Dustin era, como su nombre indica, un pavo de esponja, una marioneta para ser sincera, y si no lo sacaban de carrera el Eurovisión 2008 corría el riesgo de ser recordado como el más caguerrisa de toda la historia.
Más sobrios, los franceses han encontrado en este concurso un excelente motivo para desatar una polémica nacionalista: ocurre que el país de Edith Piaff será representado por Sebastien Tellier, definido por quienes no lo aprecian mucho como símbolo del "electrokitsch" y reconocido promotor de chongos de diverso calibre en sus shows. Ya, pero el artista no es el problema, al menos no tanto. Lo que pasa es que Tellier va a representar a Francia cantando, ay diosito, en inglés. Para que no le hagan tanto callejón oscuro le ha agregado algunos versos en francés pero eso es todo. O sea, más o menos igualito a que Jorge Pardo o Damaris hubieran cantado en alemán o inglés o francés o whatever, pero peor hubiera sido si lo hacían en inglés creo. En fin, lo más simpático del asunto es que monsieur Tellier tiene todo el derecho de cantar en el idioma que le provoque porque así está indicado en los reglamentos (sino, Abba no ganaba ni a cañones). Yo no sé por qué, pero de pronto me han dando unas ganas locas de que gane este chico francés, tan buen chico que se le ve.
En todo caso, si les interesa, la final es el 24 de mayo. Si no, ya les contaré igual.