lundi 27 août 2007

A los que se fueron ...

... no les ha pasado que cuando conversan con sus amigos de Lima de pronto sienten que se han convertido en los actores invitados de unas vidas donde antes jugaban papeles protagónicos?
... que todavía no se terminan de ir de allá, que tampoco han llegado del todo acá, y que están en medio de un viaje con rumbo desconocido?
... que se dan cuenta que ya no quieren volver, aunque a veces dudan de querer quedarse, y solo les provoca que alguien tome las decisiones por ustedes?
... que sufren ataques de pánico porque se dan cuenta de que lo que extrañan ya no está ahí porque todo se transforma día a día, y lo que ahora está ahí no necesariamente es lo que les gustaría encontrar cuando vuelvan?
... que saben que han perdido mucho y aún no están seguros de qué es lo que han ganado pero tienen claro que lo perdido no podrán recuperarlo tal cual y lo que haya que ganar quizá sea distinto de los que esperaban?

A mí me están acosando estas sensaciones, y será un alivio saber que no soy la única

lundi 20 août 2007

Flechazo


Yo pensaba que era inglés, tipo Robin Hood o Ricardo Corazón de León (ese era inglés?), y nunca me interesó buscar más detalles sobre las razones por las que tuvo que chuntarle a una manzana colocada en la cabeza de su hijo. Pero resulta que Guillermo Tell (Guillaume en francés, y Wilheml en su alemán originario) es el principal prócer suizo, aunque no hay indicios concluyentes de su paso por este mundo. En todo caso, debió haber vivido entre fines del siglo XIII y comienzos del XIV, en el cantón de Uri, durante la época de la invasión de los Habsburgo de Austria, que querían anexarse algunos de los pocos cantoncitos existentes para darle continuidad a su territorio entre el Rin y el Tirol. Famoso en toda la región por su dominio de la ballesta, un día pasó por la plaza mayor de la ciudad y se rehusó a hacer la reverencia de rigor frente al símbolo del soberano de la casa de Austria. El gobernador que por ahí andaba lo hizo arrestar y le puso como condición para liberarlo que le disparara (no encuentro otro verbo) a una manzana sobre la cabeza de su hijo, de lo contrario sería ejecutado. Herr Tell colocó dos flechas en su arco y como seguramente todos saben (oe, es famosísimo Guillermo Tell) le dio justo en el centro a la manzana, pero cuando el gobernador le preguntó para qué era la otra flecha, le contestó que de no dar en el blanco, esa flecha hubiera servido para matarlo a él. Nuevamente detenido, el ballestero fue enviado a una prisión al otro lado del río, pero en pleno trayecto los agarró una tormenta y solo él fue capaz de maniobrar la nave para salvar a todos los ocupantes. En fin, ya en la orilla, Tell usó su segunda flecha para deshacerse del gobernador y en adelante se dedicó a organizar la resistencia de los cantones de Uri, Schwyz y Unterwladen, núcleo fundacional de la Comunidad Helvética. Así que nada de bosque de Sherwood ni de mesa redonda. Con ustedes, será hasta la próxima, en una edición más de su espacio "Cinco minutos de estampas históricas que solo me interesan a mí".

Foto: Monumento a Guillermo Tell, en la plaza de Altdorf

mardi 7 août 2007

Trabajo de campo

Los reality-show son mi afición culposa. Cada vez menos, es cierto, porque se han vuelto muy predecibles: gente encerrada en una casa, flechazos calculados, intrigas banales, sexo en vivo ... nada del otro mundo. Pero hace algunas semanas volví a caer en la tentación con L'amour est dans le pré -El amor está en la pradera, más o menos- (http://lamourestdanslepre.m6.fr/), una producción de M6 que toma por las astas un fenómenos muy poco atendido en Francia y, supongo, también en otros países que cuentan con una significativa población de agricultores o ganaderos: la alta tasa de soltería. Solo en Francia, el porcentaje de solteros entre este "grupo humano" supera en 40% al de las zonas urbanas. Dos detalles que terminaron por pegarme al programa: entre los concursantes había solo una "campesina" -Sandrine, de 26 años- y entre los aspirantes a conquistarla había un suizo, Eric, de 28 años.

Primero, el canal seleccionó a los "paysans" que participarían en el reality: nueve, todos franceses. Luego, publicaron sus fotos y biografías en la página web del canal para que los interesados se apuntaran. El siguiente paso fue un "speed dating": cada concursante se reunió durante diez minutos con sus pretendientes, y anotó los nombres de aquellos que le resultaron particularmente atractivos, sus pretendientes hicieron lo propio indicando si deseaban o no continuar la aventura, la producción cruzó información y finalmente seleccionó dos candidatos por concursante.
En la siguiente etapa, cada campesino alojó en su granja a sus pretendientes durante una semana, al cabo de la cual debía elegir a una de ellas, siempre y cuando ellas estuvieran de acuerdo. Las reglas de juego establecían que los visitantes tenían que participar en las labores de la granja, es decir levantarse al alba para alimentar a los pollos u ordeñar a las vacas y acostarse luego de haber cosechado o sembrado lo que correspondiera y haber limpiado los establos. Ahora estamos en el tramo final: los pocos
paysans que lograron engancharse con alguna citadina deseosa de cambiar de vida, pasarán un fin de semana con ellas y conocerán a sus familias.
Por supuesto, el estereotipo estuvo a la orden del día. El campesino huraño y frugal, poco acostumbrado a tratar con personas ajenas a su estilo de vida, y las chicas mundanas llenas de fantasías sobre la vida en el campo. El choque de dos mundos dejó a muchos con el corazón partío.
Sandrine está entre los finalistas. Sus elegidos fueron Damien, un parisino de 30 años, y Eric, el suizo. Aunque inicialmente ella tenía predilección por el hijo de la Ciudad Luz, no pudo lidiar con la reticencia de Damien a ensuciarse las manos, vivir sin vacaciones y aislarse del mundanal ruido. En ese sentido, el tímido Eric tenía amplia ventaja: él también es
paysan en el Valais suizo, así que no solo no necesitaba indicaciones para cumplir sus tareas sino que las realizaba sin mayor aspaviento.
Aunque creo que no estaba entre sus intenciones, el programa también ha servido para poner sobre el tapete el conflicto que enfrenta desde hace algún tiempo a las numerosas personas que deciden dejar la ciudad y establecerse en el campo (buscando más seguridad, menos ruido, alquileres más asequibles) y a la gente que siempre ha vivido en un entorno rural: los primeros se quejan de que las vacas mugen todo el día, los gallos los despiertan muy temprano, las campanas de las iglesias les quitan el sueño y el olor del abono les arruina su fantasía de retiro campestre. Los segundos replican que se regresen a la ciudad o se acostumbren. En esta puja, algunos campesinos ya han cedido terreno, buscando espacios más abiertos para su ganado y aceptando las generosas ofertas monetarias de las compañías inmobiliarias que hacen negocio transformando granjas tradicionales en condominios tipo granja.
Supongo que en el fondo me siento un poco identificada con el desafío: a mí también me asfixiaba la bizantina Lima, y andaba buscando algo radicalmente distinto. La diferencia, en todo caso, es que el mundo rural nunca me resultó especialmente cautivante y que, ciertamente, Magtán no cría vacas ni gallinas, aunque eso no le impide escaparse al bosque cada vez que tiene un tiempo libre y el clima es propicio. De todas maneras, los sonidos y los aromas del campo me tomaron por sorpresa, y él también tuvo que resignarse a acercarse un poco a la civilización para ayudarme en el proceso. Eso, además de todos los ajustes que seguimos haciendo cotidianamente entre nuestras expectativas y nuestra realidad. Mi fantasía ciertamente era distinta a la realidad pero, por suerte, algunos aspectos de mi actual realidad superan mi fantasía.

lundi 6 août 2007

Huracán Fiorella

Mi hermana estuvo unos días con nosotros y todavía estoy recuperándome de su visita. Supongo que a ella también le siguen doliendo las pantorrilas de tantas calles empinadas y trochas boscosas que hemos recorrido. Qué tal aguante para ser alguien que está convencida de que el deporte es dañino para la salud.
Vimos cinco venados, una ranita, un presunto zorro (estábamos demasiado lejos, y también pudo ser una gallina), ovejas que parecían dibujos animados y tuvimos que escaparnos de una mancha de vacas que nos miraba con muy malos ojos. Nosotras atribuimos su hostilidad a mi chompa roja pero Magtán dice que eso no tiene nada que ver, que seguro estábamos hablando muy fuerte (muy posible) o que tenían a sus terneritos con ellas (en efecto) o que simplemente les dimos curiosidad (pero no sabe explicarme por qué sería eso).
Nos fuimos a Ginebra, recibimos el 1 de agosto (fiesta nacional de Suiza) entre Avenches y Payerne con fuegos artificiales como telón de fondo, pasamos por el mercado de verano de Bulle que parecía de invierno porque nos moríamos de frío y comimos chifá buenazo en la rue de Lausanne. Encontramos champignones, zapatos para la descomunal talla de mi cuñado y una toalla con la bandera suiza que voy a llevar a la Pampilla cuando vaya a Lima.
No probamos raclette, ni fondue, ni fôret noire, tampoco quesos exóticos ni ningún plato tradicional de la región. En cambio, nos empachamos de chocolates Princesa (más yo que ella, a decir verdad), galletas Charada y arroz a la cubana, todo lo cual fue debidamente digerido gracias a los buenos oficios del té de canela y clavo que mi mamá tuvo la delicadeza de incluir en la encomiendaza que nos mandó para que la recibiéramos juntas en Suiza.
Se llevó una lata de cornichons (pepinillos encurtidos creo), mi libro de Les Bienveillants y unas tabas que me quedaban muy grandes. Y me dejó la pena de que aunque ahora vivamos más cerca que hace un año, todavía sigamos demasiado lejos como para hacer todo esto más a menudo. De todas maneras, es una suerte tener a alguien tan paja a menos de una hora de vuelo, diez horas de tren y quince horas de auto.

Arriba: La foto tendría más sentido si se vieran los fuegos artificiales detrás, pero igual la imagen da una idea clara de Fiorella. Abajo: Del campo a la ciudad: En un alto del trencito de Friburgo, muy correctas para que la amable señora que nos tomó la foto no se lleve una mala impresión de las migrantes latinas. / Antes de adentrarnos en el bosque, mi hermana ensaya el truco fotogénico de Victoria Beckham (morderse la parte interior de los cachetes), a mí me basta con parecerme lo menos posible a la vaca que asoma por abajo.