mardi 6 février 2007

Auto-école (no leer autoécole sino otóecol)


Contraviniendo todo consejo, he aceptado que Magtán me dé mis primeras lecciones de manejo. Para tomar esta decisión me he basado en dos factores atenuantes: 1) él ya tenía planeado comprarse un auto nuevo este anho, así que da lo mismo si rallo, abollo o hago explosionar su buen Ford 2) imposible resistirme a la tentación de tratar de demostrar que mi cónyuge no es tan ogro como el del resto de ustedes. Un factor en contra es el hecho que de todas maneras voy a tener que tomar un curso completo luego porque al parecer acá solo te dan la licencia si acreditas no sé cuántas horas de manejo en companhía de un profesor autorizado y demás.
Sí pues, pude haber esperado a que pase el invierno, empezar mi curso tranqui y ya. Pero no, una tarde salió el sol, la nieve se había ido, no teníamos nada que hacer, nuestras miradas se cruzaron y terminamos en un recóndito paraje del bosque ajustando el asiento del chofer para que mis patitas alcanzaran los pedales (así se llaman?). Esto último todavía no lo hemos conseguido del todo, dicho de sea de paso, pese a que ya vamos por la tercera clase.
Arranco regia, meto primera como una diosa, paso a la segunda sin contratiempos pero no hay manera de que enganche la tercera. Yo creo que la palanca de este carro ya está un poco machete, y encima tengo que embragar a fondo para hacer cada cambio, con lo que me cuesta siquiera rozar los pedales (o como sea que se llamen).
Pero no nos hemos sacado los ojos, al menos no todavía. Casi, casi, cuando nos salimos del camino como en las películas, con frenada derrapante y todo, porque dice él que aceleré demasiado (cuando ni siquiera puedo posar toda la planta de mi pie en el acelerador) y que estuvimos a punto de chocarnos con un árbol (si estábamos en el bosque, con qué más nos íbamos a chocar) y que por eso él tuvo que poner el freno de mano. Yo solo sé que si me daba una micromilésima de segundo más, me organizaba para pisar el freno.
Eso sí, me llega cuando dice cosas como "no estás en tercera sino en neutro, es obvio!" (si fuera obvio, te juro que no tendrías que decírmelo) o "primero embragas luego frenas, cualquiera puede recordar eso" (ya, gracias, por lo menos no soy cualquiera); pero por lo demás él mantiene la saludable costumbre de sonreírme afectuosamente pese a todo. Por supuesto, yo estoy segura de que nunca voy a aprender, que a la primera que me dejen sola me llevaré de encuentro un ericito (siendo optimista) y que de todas maneras nadie podrá jamás convencerme de manejar cuando llueva, nieve o haya otros autos a mi alrededor. O sea, normal no más. Por suerte, esposo no me toma muy en serio, y creo que yo misma me estoy acostumbrando a bajarme el volumen. Así que aunque no saque el bendito brevete, para algo habrá servido la experiencia.

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