mercredi 25 juillet 2007

Las bicicletas son para el infierno

En Europa, hay dos maneras infalibles de volverse famoso durante el verano: ganar el Tour de Francia o dar positivo en el antidopping (del Tour de Francia). La frase -palabras más, palabras menos- le pertenece al entrenador de un equipo que ha tenido que retirarse de la competencia en las últimas horas porque uno de sus integrantes escogió la manera más riesgosa de alcanzar la celebridad. Yo, recién llegada, no me contagio aún de la emoción de este asunto. Y al paso que avanza la decepción, fácil he llegado tarde porque cada vez más analistas proponen que se cancele de una vez por todas este certamen. Sus principales detractores cuestionan sobre todo la hipocresía de emprender una campaña contra el uso de sustancias ilícitas cuando a los participantes se les reclama performances suprahumanas para mantener el interés del público y aumentar los beneficios de los auspiciadores. Ahora, si el Tour de Francia se maneja como ciertas federaciones de fútbol, pues todavía tiene para rato.
El hecho es que la bicicleta despierta pasiones en Europa. La mayoría de países fomenta su uso para reducir la contaminación producida por los autos, las ciclovías proliferan, los puntos de alquiler se están haciendo populares e incluso puedes subir al tren con tu bici y dejarla en alguno de los numerosos estacionamientos ad hoc que ofrecen centros comerciales, edificios públicos y condominios residenciales. Sin embargo, los amantes de la "petite reine" (la reinita), como la llaman por acá, no pueden hacer lo que les dé la gana, que era lo que yo hacía cuando me paseaba en dos ruedas por Lima.
Cuando compras tu bici, recibes una vignette, que es una especie de placa, para que te identifiquen en caso de accidente o de perjuicios a terceros. Ni hablar de manejar en la vereda y mucho menos de atravesar un crucero peatonal. Las reglas para los ciclistas son muy parecidas a las que deben observar los choferes. Será por eso que mi bicicleta sigue tan flamante como el día que salió del Carrefour. Mucha complicación quita el placer.
Por suerte, no todos piensan así. Si bien no gozan de la cobertura del Tour de France, cada región organiza sus minitours y, llueva, truene o relampaguee, siempre hay su buena cantidad de hinchas haciendo barra al costado del camino. Hace poco, salíamos de un restaurante cuando nos informaron que la ruta estaba cerrada porque el Tour du Jura iba a pasar en unos minutos. Mientras esperábamos confundidos entre los fanáticos, recibimos muestras gratis de chocolates, galletas, caramelos, agua mineral, gaseosa y catálogos de tiendas, la mayoría lanzados -no siempre delicadamente- desde los autos de los sponsors que preceden a la tropa de corredores. Y es una competencia chiquitita. Bueno, digamos que no tan chiquita, para que no se resientan los jurasiens. Pero me imaginaba no más toda la plata que se debe mover en souvenirs, merchandising y propaganda para algo tan monstruosamente grande como el Tour de Francia. Digo, para que este patita Vinokourov se haya inyectardo sangre ajena (según los responsables de las pruebas) tratando de despistar a los jueces... Él jura que debe haber una confusión, que es un complot, que la historia lo absolverá, pero ya no le cree ni su viejita. Y, sin embargo, en el fondo todos saben que el próximo año la historia comenzará de nuevo, aunque con otros nombres. Y así, casi sin darme cuenta, en mi escala de imposibles la tarea de limpiar el Tour de Francia se está acercando vertiginosamente a la clasificación de Perú a Sudáfrica 2010. Será consuelo de tontos, pero buenas son tortas.

1 commentaire:

schatz67 a dit…

Creo que ni en el atletismo hay tanta trafa como en el ciclismo.Es escandalosa la relación de irregularidades en ciclistas,analisis,equipos y sponsors en las distintas competencias que se organizan principalmente en Europa.

Dejame decirte que al lado de toda esa parafernalia de anabolicos y esteroides las humildes chelitas de nuestros juergadores son aguitas de malvas.Como el Hocicón de Pelotillehue,somos pobres pero honrados.

Un abrazo

Jorge