vendredi 8 décembre 2006

arbolito de navidad

Mi futuro suegro me ha traído del bosque un pedazo de pino. Para tu casa, me dice. Me emociona el gesto. Hace unos minutos salió sin anunciar a dónde iba, y se aparece con esta especie de arbusto medio pelado, digo pelado en comparación a los arbolitos de plástico que siempre he comprado en alguno tienda. Como cualquier obra de la naturaleza, las ramas de este pino no son simétricas, ni tupidas, ni perefectamente verdes. Apenas me llega a la cintura mi sapin -pronunciar sapán- de Noel, me da la impresión de que con cinco bolas y un par de angelitos estará rebalsando. Igual me da flojera decorarlo. Nunca he entendido la necesidad de gastar energía en algo que tendrá que desmontarse al cabo de unos días. Pero me alegra verlo en medio de la sala, dentro de una base especial, una suerte de florero ad hoc, que Magtán llenó de agua apenas llegamos. Claro, es de verdad, se puede marchitar. Sería horrible que se me marchite mi primer arbolito de navidad, el primero que he tenido en mi vida -los anteriores eran de mi mamá. No importa si se queda pelado, la cosa es que no se marchite.

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