mercredi 27 décembre 2006

Zambi


Nació en 1995, en Como, Italia (George Clooney tiene una casa ahí). Su duenha -una suiza-peruana, o viceversa- lo llevó de vacaciones a Lima, y luego ambos volvieron a Europa, para instalarse en la zona del Tessin, la suiza italiana. Después, se mudaron a Laussane, para vivir con Magtán, mi marido y por entonces novio de la por entonces duenha de Zambi. El romance duró poco menos de un aho, durante el cual ella iba y venía, entre Estados Unidos, Suiza y Perú.
Cuando se separaron, Magtán se quedó casi medio anho con el perro, mientras ella encontraba algún sitio donde vivir y organizaba su vida. Sin embargo, un par de meses después de habérselo llevado nuevamente al Tessin, lo llamó para contarle que estaba a punto de "mandarlo a dormir": el animal era un guinhapo, apenas pesaba tres kilos, y pasaba horas mirando al cielo, sin reaccionar ante nada. Magtán era su último recurso para salvarle la vida, y ella quería saber si él estaba dispuesto a hacer la prueba. Horas después, los tres se reencontraron en la estación de Fribourg. Casi no se reconocieron, tanto habían cambiado en ese tiempo. Ambos -el perro y su nuevo duenho- habían perdido pelo, pero en diferentes partes del cuerpo.
Hace dos anhos de eso. Hoy Zambi pesa entre siete u ocho kilos, según la estación del anho: en invierno se rehúsa a salir, pero el resto del anho es el primero en subirse al auto para pasear en el bosque. Aún se le puede distinguir algunos huecos en el pelaje, pero eso ya es parte de su encanto. Entiende órdenes en italiano y en espanhol, aunque yo estoy segura de que también entiende francés y se hace el sueco. Me gusta decirle "al tuo posto, zambi", cuando quiero que me haga sitio en la cama. O "vai dietro", para que se pase al asiento trasero del carro. Y a él le encanta que le digan "grazie zambi, sei bravo" cuando se porta bien. De todas maneras, a mí no me obedece mucho que digamos. Ninguno de los animales que he criado me ha tenido mayor respeto. Pero al menos este me defiende, al punto de haber desfigurado a su maître cuando jugábamos un poco toscamente.
Magtán dice que nos parecemos, Zambi y yo. De hecho, sospecha que hemos fundado "la secte des frisés" (la secta de los crespos) para derrocarlo del gobierno de esta casa. En todo caso, algo de razón tiene el senhor Hamel: a los dos nos gusta comer en la cama, no nos da la gana de salir cuando hace frío y somos de temer cuando nos molestamos.
Desde que conocí a Magtán, le dije que tenía un perro de gay, con nombre regay encima. Y él me respondía que sí pues, pero que le importaba un pepino. Ahora dice que yo soy la duenha. A veces creo que Zambi también piensa lo mismo, sobre todo cuando él le dice "dove e la mamma Zambi, busca la mamma, vai vedere", y el perro salta sobre mis faldas y me hace sentir en la cara toda la potencia de su pestífero aliento de caniche.

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