Estaba por comenzar el partido Suiza-Francia, y los helvetas llegaban embalados luego de empatarle y ganarle a alguien. Con mi francofilia en serio conflicto, le dije a Magtán "seguro el himno de tu país no es tan bonito como la Marsellesa". Uy, quién me mandó. Me salió con que Suiza no era su país, "je suis jurasien, pero tampoco me sé el himno". Asu, juat?
La primera noticia que tuve del cantón de Jura provino justamente de mi webnovio, cuando entre coqueteos y no muy sutiles verificaciones de información me dijo que había nacido ahí. Quise pero no pregunté Jura?? qué es eso?, porque en ese momento mis intereses poco tenían que ver con lo geopolítico. Poco a poco, fui enterándome de más cosas sobre la tierra de los Hamel.
"Somos los cholos de Suiza", me dijo otro día, lo que derivó a una larga y complicada discusión sobre lo que él había aprendido que significaba cholo (no olvidar que había venido al Perú por su cuenta tiempo atrás), por qué en su opinión yo no calificaba como tal y, por consiguiente, qué cuernos me había querido decir con eso de que los jurasiens son los cholos suizos. Las definiciones sociológicas son demasiado sutiles per se como para encima abordarlas en otro idioma, así que aquella conversación no fue demasiado ilustrativa.
Ahora tengo una percepción un poco más clara del país de Jura y su gente. Yo diría, siempre puedo patinar, que son más bien los arequipenhos de Suiza, pero más precisamente, creo, los punenhos, o una mezcla de ambos, todo esto dicho con mucho carinho por supuesto. Bueno, a ver, ustedes dirán.
El cantón debe su nombre a la cadena de montanhas Jura (exacto, que datan de la era jurásica), que atraviesa Suiza de oeste a este, y que junto con el Plateau y los Alpes forman las tres principales regiones geográficas del país. El cantón de Jura está en medio de este macizo de colinas, límite natural con Francia.
Históricamente francófono y católico, el Jura fue anexado a mediados del siglo XIX al cantón suizo-alemán y protestante de Berna como consecuencia de uno de los múltiples reacomodos bélicos y políticos de esa época en Europa. La cosa nunca cuajó. Los jurasiens fueron macerando un sentimiento de marginación alimentado por el escaso interés de las autoridades cantonales en mejorar las vías de comunicación y la infraestructura de la zona. Durante mucho tiempo, los locales tuvieron que arreglárelas -en su agreste geografía- con los escasos recursos agrícolas de sus tierras; mientras el lado germánico se desarrollaba, poblaba e industrializaba.
La brecha se profundizó durante la I Guerra Mundial cuando, pese a la neutralidad suiza, los territorios suizo-alemanes y suizo-romandes (franceses) se colocaron en bandos opuestos: los primeros, más cerca al espíritu prusiano de la amenazante Alemania, los segundos, antimilitaristas y con un ya marcado sentimiento de doble marginación (lingüística y confesional). Así, la "question jurasienne" nació fuera de los partidos políticos, más como un reclamo contra la germanización de su cultura y defendía su derecho a expresarse en la lengua de sus ancestros.
El término "separatista" se convirtió en un insulto, pero también en motivo de callado orgullo para muchos, en una época en que la unión nacional parecía ser el único camino para la afirmación y la supervivencia como nación. Sin embargo, en total contracorriente, los movimientos rebeldes oscilaban entre reivindicanciones de independencia total y autonomía regional. Esta última fue finalmente obtenida en 1979, luego de un plebiscito en el que cuatro de los siete distritos de Jura aceptaban formar parte del flamante cantón de Jura, vigésimo tercero de la confederación helvética.
El Jura sigue siendo uno de los cantones menos favorecidos de Suiza, dentro de lo que eso puede significar en el modus vivendi europeo. Los jóvenes jurasiens se quejan de que no hay trabajo en su país (le dicen país), solo fábricas de cemento, madereras, algunas industrias. En las villages quedan abuelos, padres, gente mayor, casi no se ve ninhos ni jóvenes en las cercanías.
Hijo de padre y madre jurasiens, hijo del Jura en resumidas cuentas, Magtán se negó, proceso judicial mediante, a hacer el servicio militar y nunca vota por las personas, solo por la aprobación o modificación de determinados proyectos cantonales, artículos constitucionales o similares (acá casi todo se somete a votación, pero puedes enviar tu voto por el correo). Se fue a estudiar a la universidad de Lausanne pero, apenas pudo, volvió a establecerse en una zona rural, lo más parecida posible a la tierra agreste y boscosa donde creció.
Sus padres siguen viviendo en el Jura, en una casa linda de madera que Arthur, mi suegro, construyó. De él, Magtán aprendió a cortar pinos en el bosque para Navidad, pese a que lo ley lo prohíbe ("el día que tenga que comprar un sapin me meto un tiro", me contestó mi suegro cuando trate de indagar sobre el tema) y a recoger champignones salvajes como si de ello dependiera su supervivencia (cosa que sí ocurría cuando sus viejos eran jóvenes, o sea) pese a que la ley -nuevamente- establece un límite de solo dos (DOS!!) kilos por persona (hasta cinco ha juntado este chico).
Sin embargo, a diferencia de Magtán, su papá sigue siendo un separatista radical. Ah, nunca ha viajado en avión, ni le provoca; pero puedes escucharlo horas contar sus historias de juventud sin aburrirte. Terco y recio, él es un cholo de Suiza, qué duda cabe.
PD: No sé por qué no tomé foto de la casa de mis suegros en Jura (qué diría Freud?). Bueno, les debo.
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3 commentaires:
Interesante, Jen...Me encanta tu blog!
gracias mil orillas, bienvenida
De ahi viene lo de el Jurasico, y Jurasic Park...
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